Fuego cincel, de Julián Fraile.
15x11 cms,76 pags, 5,5 € (envío incluido).
Primera edición: junio 2017.
Segunda edición: diciembre 2017
Compra de la versión digital (pdf para lector-e) en https://librosreflector.bandcamp.com/album/fuego-cincel
Pedidos: reflectorlibros ( en ) gmail -punto- com
La poesía de Julián Fraile no deja indiferente. A fuego penetra en la piel desde la primera lectura a la última. Si bien, a medida que uno se familiariza con ella, va encontrando matices que le hacen apreciar cada vez más la suma del poemario. Así pues, digamos que es una poesía que viaja de lo unitario al conjunto.
La dualidad entre luz y sombra, razón e ignorancia, es el tema principal de un libro que nos sitúa continuamente dentro y fuera de la Caverna.
Un propósito claro, buscar en la luz el sentido de una vida que, cada vez más, nos es ajena. Dudar de la opinión heredada. Huir de la ceguera para enfrentarse cara a cara a la sombra y para no olvidar que seguimos caminando. Y es que la existencia también tiene su peso en este “Fuego cincel”. Llama la atención desde dónde se mira. El poeta resalta nuestro papel como animales caminantes, poniendo el énfasis en la responsabilidad que debemos adquirir, para con nosotros y con el mundo, de buscar esa luz, ese fuego que nos guíe y nos alimente. Ya no queda nada por perder y sí mucho por vivir.
Atraviesa también el poemario por momentos de denuncia sin paños calientes. El autor le da voz a seres que a menudo pasan desapercibidos, empezando por aquellos que nos habitan y que también sufren la censura de una sociedad decadente. Los que tienen paz, los traicionados, los del montón, los ajenos, los invisibles, los bien pensantes… Pequeños cuerpos enfermos en un mundo trastero.
Con un estilo definido, Julián Fraile alcanza su voz sin detenerse en jardines artificiales, dejando el poema en manos de todo aquel que se atreva a iniciar este viaje a través del fuego. Lo decía Lewis Carroll: “Puedes llegar a cualquier parte, siempre que andes lo suficiente”.
Por las calles arden los sueños, abrasados por el fuego cincel. También arden los versos, también arde este libro que es en esencia llama, luz o faro que ilumina. Curiosa ironía la de hallar en su interior que la verdad está en el exterior. Pero al final es así, si se mira se ve, no es tan difícil.
Quizá por ello, por lo obvio del argumento, porque está plasmado de manera directa, sin flores innecesarias, es por lo que funciona todo este engranaje, por lo que la llama se mantiene viva en todo momento.
El camino que nos conduce fuera de la Caverna está sembrado de sabiduría. Y qué sería de ésta sin la naturaleza. El elemento natural está presente en cada rincón, y en su viaje el poeta nos conduce entre ríos y castaños, otoños y cumbres, a través de cauces de tierra, de senderos con voz propia, de sábanas de hierba. Y es que si no hay senda, ¿por dónde transcurre el viaje?
Lorca escribió: “Yo muchas veces me he perdido para buscar la quemadura que mantiene despierta las cosas”.
Bendito el incendio que llega de manos del poeta, bendita la quemadura que deja detrás de los ojos este Fuego cincel.
José María Nievas Ruiz
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Julián Fraile se presenta:
Nací un 12 de mayo de 1955. Desde entonces no oculto mi edad, todos la saben. Hice la comunión el mismo día de mi cumpleaños, no sé si esto influyó, pero con el tiempo me hice apóstata. La primera vez que boté (con b), fue un balón. Fui jugador de balonmano. Las urnas, en este país, aún eran animales mitológicos. Mi primer amor sabía de sexo mucho más que yo. Con mi primer sueldo me tomé una cerveza. Con el segundo me tomé unas cuantas. Mi primer viaje fue a 5.000 kms. El de ayer al bar de la esquina, con un libro de Bukowski en la mano. Mitad jubilado, mitad trabajando. Disfrutando entre lo bueno y lo malo, y siempre viviendo.
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Un hombre
Un hombre de niño
juega en la lluvia, busca tocar las estrellas, quiere unas alas.
Un hombre joven
busca su luz, el fuego de una mirada, construye su espacio.
Un hombre adulto
consigue el nivel, comparte su alcoba, es un modelo social en la ciudad de los necios.
Un hombre maduro
ve vaciarse su cama; apagada la tarde, siente el hueco de un rostro.
Un hombre envejece
despierta solo en la aurora, nota sus manos vacías, solo puede esperar…
un invierno perpetuo.
Luchas
Conflictos que amenazan el regalo de los dioses.
Himnos de tiranía y confusión, convocan temblores de nuevas cicatrices.
Zona cotidiana, avance y retraso, quimera que muestra los juegos del destino.
Sin renuncia, resistiendo hasta los dientes, otras fuerzas esparcen los escollos.
Se abren puertas, al límite, terminan las batallas; descanso y a lamerse las heridas.
Triunfo del consuelo y la mesura, entre fantasmas asaltantes un germen recupera su rincón.
Julián Fraile se presenta:
Nací un 12 de mayo de 1955. Desde entonces no oculto mi edad, todos la saben. Hice la comunión el mismo día de mi cumpleaños, no sé si esto influyó, pero con el tiempo me hice apóstata. La primera vez que boté (con b), fue un balón. Fui jugador de balonmano. Las urnas, en este país, aún eran animales mitológicos. Mi primer amor sabía de sexo mucho más que yo. Con mi primer sueldo me tomé una cerveza. Con el segundo me tomé unas cuantas. Mi primer viaje fue a 5.000 kms. El de ayer al bar de la esquina, con un libro de Bukowski en la mano. Mitad jubilado, mitad trabajando. Disfrutando entre lo bueno y lo malo, y siempre viviendo.
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Un hombre
Un hombre de niño
juega en la lluvia, busca tocar las estrellas, quiere unas alas.
Un hombre joven
busca su luz, el fuego de una mirada, construye su espacio.
Un hombre adulto
consigue el nivel, comparte su alcoba, es un modelo social en la ciudad de los necios.
Un hombre maduro
ve vaciarse su cama; apagada la tarde, siente el hueco de un rostro.
Un hombre envejece
despierta solo en la aurora, nota sus manos vacías, solo puede esperar…
un invierno perpetuo.
Luchas
Conflictos que amenazan el regalo de los dioses.
Himnos de tiranía y confusión, convocan temblores de nuevas cicatrices.
Zona cotidiana, avance y retraso, quimera que muestra los juegos del destino.
Sin renuncia, resistiendo hasta los dientes, otras fuerzas esparcen los escollos.
Se abren puertas, al límite, terminan las batallas; descanso y a lamerse las heridas.
Triunfo del consuelo y la mesura, entre fantasmas asaltantes un germen recupera su rincón.
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